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Pegue mis oídos a la puerta escuchando voces que no podía reconocer.

Saldría a ver qué sucedía, pero esperaría a que la persona que estaba en el pasillo de las habitaciones ya no se escuchará. Esperé algunos quince minutos para tomar el picaporte de la puerta y abrirla silenciosamente.

Salí al pasillo encontrando todas las luces apagadas, quizás me estaba volviendo loca, me di la vuelta para entrar a mi habitación pero algo me llamó la atención, la puerta de la habitación de Bastian se encontraba entreabierta, dude si caminar hasta ella, pero la curiosidad me ganaba.

Camine silenciosamente sintiendo mi corazón latir frenéticamente dentro de mi, no se por qué, pero algo dentro de mi empezaba a arder sin poder comprender. Tome el picaporte de la puerta de la habitación de Bastian para abrirla solo un centímetro más, necesitaba saber que ocurría en esa habitación, pero para mí sorpresa Bastian estaba sobre su cama y una chica encima de él a horcajadas, era evidente lo que estaba sucediendo ahí.

La chica se puso en pies, caminando a algún lugar que no pude ver, mientras Bastian salía de mi campo de visión, abrí mi boca por un segundo, ese maldito me pegaría los cuernos el mismo día de nuestra unión, y en mi propia casa, era el colmo.

Sin esperar la puerta se abrió un poco más, escuchaba la regadera del baño de Bastian, al parecer se estaba duchando, pero la chica abrió la puerta sin darme cuenta presentándose en frente de mi.

La mire por un segundo sin poder decir nada, me giré rápidamente para caminar a mi habitación y encerrarme con seguro.

Pegué mi espalda a la puerta sintiendo como mi corazón amenazaba con salir de mi caja torácica. No se por qué diablos me molestaba que trajera a una de sus putas a esta casa, pero me molestaba que me prohibiera traer a un amigo o conocido cuando el hacia esto.

Unos toques en mi puerta me hicieron despegar mi espalda de ella. Era claro que se trataba de él

—¡Kiara abre la puerta!—, me gritó Bastian.

No dije nada, pero él se escuchaba furioso.

—¡Abre la maldita puerta mocosa!—, rugió golpeándola más fuerte. Quizás ya se había dado cuenta de lo que había hecho con sus ropas.

POV BASTIAN DAVIS

Llegue a casa luego de llamar a unas de mis chicas, esta noche necesitaba a una mujer en mi cama, la situación de Kiara y el casamiento me tenía estresado.

Me conduje a mi habitación con ella, mire hacia la habitación de la escuincla la cual se encontraba cerrada, debía de estar durmiendo. Entre a mi habitación llevando a la chica a mi cama, la puta me tiro en ella para subirse encima de mi, sentía como se meneaba encima de mi verga haciendome sufrir, sostuve sus piernas fuertes cuando está empezó a frotar su coño con mi verga provocándome.

—Necesito un trago—, pidió la chica poniendose en pies para serviser algo, siempre tenía una botella de alcohol en mi habitación, a veces no podía dormir y me gustaba tomar algo mientras veía las calles de Minnesota desde el balcón.

Me puse en pies para adentrarme al baño, necesitaba una ducha.

Salí del baño enredado en una toalla para encontrarme con la chica desnuda sobre mi cama.

—No sabía que vivías con tu hermana—, anunció ella.

—¿De que hablas?—, pregunté sin comprender.

—La chica—, manifestó mi acompañante.

—¿La chica?, ¿Cual chica?—, indagué pidiendo a Dios que no se tratará de Kiara.

—La bajita, bonita, castaña—, indicó la puta.

—No es mi hermana, es mi esposa—, confesé sintiendo algo de remordimiento, se supone que hoy debería ser nuestra luna de miel, pero quién la mandaba a espiarme.

—¿Tu esposa?, Es muy hermosa—, expresó la chica.

—Debo pedirte que te vista, te llamaré una taxi—, dije sin poder creer lo que estaba haciendo, estaba dejando la oportunidad de tener un buen polvo por una mocosa.

La chica se puso en pies para ponerse su ropa sin decir nada.

Camine hacia mi walking closet para buscar algo y ponérmelo, debía hablar con Kiara, en esta casa estaba prohibido espiarme, pensé que Rob Walton me entregaría a un esposa, no a una niña que educar.

Pero todo pensamiento abandonó mi cabeza cuando desde la puerta empecé a ver pedazos de telas cortadas, me adentre al interior del clóset viendo mis ropas hechas pedazos, camisas de casi mil dólares hechas nada, trajes de más de cinco mil dólares ahora están convertidos picadillos en el piso, mis corbatas, la muy maldita no había dejado una entera, mataría a Kiara.

Me giré para salir directo al cuarto de esa maldita enana diabólica pero antes de salir vi algo escrito en el espejo, unas palabras escritas con labial rojo, <<Ahora estamos a manos imbécil>>.

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Me desperté con Bastian en mi mente, el recuerdo de lo que sucedió el día anterior me golpeó fuertemente cuando abrí mis ojos.

Vi la hora en el reloj de la cómoda, era muy temprano, no quería salir y encontrarme con él, no porque fuera cobarde o me arrepintiera de lo que hice, sino porque no quería seguir con esta tonta pelea.

Me vestí casual, no tenía ningún plan para hoy, aún no me reunía con mi padre para decirle que estaba preparada para empezar a trabajar en Walton Real State, pero pronto lo haría, no pretendía vivir aquí encerrada.

Salí a desayunar pero decidí dirigirme a la cocina cuando escuché algunas voces provenientes de aquel lugar.

—¿Que sucede?—, indagué luego de encontrar a unas de las chicas del personal de limpieza llorando.
—El señor Bastian la ha despedido a las tres—, informó la cocinera consolando a la chica.

—¿Qué?
, ¿Por qué?—, pregunté sin creer.
—Piensa que tenemos que ver con lo que sucedió con su ropas —, explicó el ama de llaves entrando a la cocina.

Sabía que era mi culpa, pero no comprendía porque Bastian le hacia esto a ellas, era claro que fui yo quien hizo todo.

—Pero..., yo fui quién hizo esto, no ustedes—, expliqué.
—Expliquele eso a su esposo señora Davis, creo con todo respeto que no conoce al señor Davis—, manifestó la cocinera.

Debía solucionar esto, no podía permitir que ellas perdieran su empleo por mi culpa, y aunque quizás la cocinera tenía razón, no conocía a Bastian, pero esto era inaudito. 

— Hablaré con él, intentaré hacerlo cambiar de opinión—, aseguré.

—No creo que logré nada, es mejor si deja las cosas como están señora Davis, no es la primera vez que el señor prescinde del servicio de un empleado al cual intentamos salvar del despido, el no cambia de opinión—, contó la cocinera.

—Ire a su oficina, quizás podamos llegar a un acuerdo—, sostuve.

Subía por el ascensor de la firma de abogados Davis tratando de buscar la palabra exactas con las cuales iniciar la conversación que sostendría con Bastian, pero tampoco quería que el pensará que vendría delante de él como un perro con su cola entre sus patas, esto lo hacía solo por aquellas chicas a las cuales despidió sin ningún motivo.

Camine hacia la secretaria de Bastian una vez que las puertas de ascensor se abrieron, sabía donde quedaba exactamente la oficina de él, no era la primera vez que venía.

—Buen día señora Davis—, saludo Fannie.

—Buen día Fannie—, respondí amablemente.

—El señor Davis espera por usted—, anunció ella haciéndome entender algo, el imbécil sabía que vendría, ahora me sentía como caía en su trampa.

Esperé a que ella me abriera la puerta para ingresar a la oficina de la bestia.

Bastian se encontraba de espalda mirando por el ventanal con su móvil pegado en su oreja, al parecer hablaba con alguien del otro lado de la línea, me quedé de pies mirando detenidamente su cuerpo, poseía una espalda que generaba querrer recorrer con tus manos, su cabello era tan negro que sentía envidia de su color, pero se veía tan sedoso como para querrer agarrarselo mientras te folla, debía admitir que era una enana delante de él, era imposible negar lo imponente que era delante de mí, ¿cómo lucharía en contra de él?, Bastian se dio la vuelta para encontrarse con mi rostro, seguía hablando por su móvil mientras me miraba detenidamente, sentía como su mirada me quemaba, sus ojos eran de un negro intenso que iba tan malditemente bien con su cabello.

Era notable lo bien trabajado que tenía su cuerpo, ni sus estúpidos trajes podían esconderlo, no era un cuerpo exageradamente musculoso, era exactamente como a mí me gustaba, sin más y sin menos, y eso era lo peor de todo.

Ahora entendía que le miraban las mujeres al Lobo de Minnesota.

—¡¿Que Diablos hiciste con mis ropas mocosa diabólica?!—, vociferó Bastian rodeando su escritorio para acercarse a mi, despertándome de mi ensoñación, ¿En que momento había colgado su llamada?

Retrocedí automáticamente cuando lo sentí demasiado cerca de mi, su perfume era jodidamente delicioso, amenazaba con hacerme pedazo los sesos.

—¡¿Quiero que me des una explicación de porque demonios encontré mi ropas hechas trizas?!—, gritó eil.

Ahora comprendía por qué nada de él me atraía, era un completo idiota atrapado en un maldito cuerpo sexy.

—¿Te quedarás en silencio solo mirandome?, Te he pedido una explicación—, manifestó, recordándome a que vine a este lugar.

—Tu donaste mis ropas, se te olvida—, gruñí entre dientes.

—Si, pero te compre un guardarropas de cientos de miles de dólares, y tú acabaste con uno que sé que no comprarás—, refutó Bastian.

—Me obligaste hacerlo, ¡le dije a James que nadie tocará mi cosas!—, vocifere molesta.

—Yo di la orden de hacerlo, ¿Crees que permitiría que siguieras vistiendo de la misma forma?, ¡Ahora eres mi esposa¡—, se defendió él.

—¡Eso no te deba el derecho de deshacerte de mis cosas!—, le grité, sabía que quizás nuestra discusión sería la comidilla de toda la firma.

—¿A que viniste Kiara?—, preguntó dándose vuelta exasperado.

—Necesito que revoques el despido del personal de limpieza—, indiqué rápidamente.

— Yo no cambio de opinión—, me dijo.

—Ellas no hicieron nada, yo hice todo sola—, expliqué.

—Dudo que tú sepas cuáles son mis camisas más costosas y cuáles son las que suelo usar más, no pudiste hacerlo sola mocosa—, planteó él con lógica.

—Ellas solo seguían órdenes mías, si quieres desquitartela con alguien que sea conmigo, pero no la despidas—, dije casi rayando en la súplica, me odie por sonar así.

—¿Entonces aceptas que te fue un error hacer lo que hiciste?—, preguntó Bastian con arrogancia.

—No—, respondí sin dudar.

—¿No?—, repitió el.

—Si tendría que hacerlo nuevamente con gusto lo hiciera una y otra vez—, escupi.

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