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Era oficialmente la esposa de Bastian Davis, El Lobo de Minnesota y el más grande idiota de todo el pais, no solo un papel lo confirmaba que era su esposa, el muy imbécil me había besado sin esperarlo.

—Bastian, cuida a mi hija por favor—, pidió mi madre dándole un abrazo.

No entendía la forma de actuar de mis padres, ¿Cómo podían estar haciendo esto?, no era un matrimonio real, que parte de eso no comprendían.

—Lo haré señora Walton—, repitió el con seguridad.

Camine donde mi hermana para dejar de ver a mis padres.

—Aqui es donde nuestros caminos se separan señora Davis—, bromeó Kate mirándome con una sonrisa.

—Preferia continuar siendo una Walton por más increíble que parezca—, aseguré.

—¡Kiara, hija Bastian espera—, vociferó mi madre.

—No hagas enojar a la bestia—, dijo mi hermana sacándome una sonrisa.

—Lo intentaré, pero no prometo nada—, respondí para girarme e ir tras mi nuevo esposo.

James el chófer de Bastian me abrió la puerta del auto, ahora lucía menos gorila que la vez que le pedí que dejara de bloquear el parqueo de bicis de la universidad, pero aún así su cara de asesino en serie seguía presente, me preguntaba¿Por qué todo lo que rodeaba a Bastian debía de ser tan raro?

Fui todo el camino en silencio, pensando con que me encontrare cuando llegara a su casa, ¿me gustará su apartamento?, ¿me gustará mi habitación?, ¿Cómo será el personal de limpieza?, ¿El sansón de la cocinera?, eran cosas de las cuales no le había preguntado a él.

James se introdujo en una especie de parqueo subterráneo, era la última moda en Rochester en los edificios, pero resultaba algo terrorífico para mi, de hecho la primera vez que fui al apartamento de Erick era igual.

Subimos por el ascensor, yo no había dicho una sola palabra desde que me subí en el auto, no tenía ganas, solo quería llegar y acostarme en la cama y tratar de pensar que todo era parte de un sueño.

La puerta del ascensor se detuvieron, salí detrás de Bastian como un cachorro detrás de su dueño, o así lo sentía yo, como si era su mascota, no sé si era por su tamaño o quizás por el mio, pero existía una diferencia notable entre los dos. Esperé a que Bastian abriera la puerta para entrar después de él, pero él se quedó en la puerta extendiendome la mano haciéndome pasar primero, dude por un santiamén en salir huyendo hacia atrás, pero no había caso, entra rápidamente encontrándome con una inmensa sala, pensé en buscarle fallas a su decoración pero no había ninguna, todo era impecablemente bonito, nada comparado con su dueño.

Me moví lentamente mirando todo con determinio.

—Kiara—, me llamo Bastian, me giré para verlo con todo el personal detrás de él.

—¿Si?—, respondí débilmente.

—Este es el personal de mi departamento, te ayudarán en todo lo que necesites a partir de hoy—, anunció. —Señores, la señora es Kiara Walton, mi esposa—, expresó sin titubear.

Todos me saludaron al unísono, sonreí haciendo una mueca.

—La hora de salida del personal es a las siete, si necesitas algo debe ser antes de su hora de salida—, informó Bastian. 

Mire a todos intentando poder recordar su rostros después, pero seguía sin decir nada desde que llegué.

—Acompañame te mostrare el departamento—, indicó Bastian.

Lo seguí por el pasillo intentando prestarle atención a sus palabras, pero no podía concentrarme mientras mi mente era bombardeada por las reglas que enumeraba, no entrar en su habitación sin su permiso, no salir sin su permiso, no traer personas al departamento sin su permiso, creí escuchar no respirar sin su permiso, pero sabía que yo exageraba.

Eran tantas reglas estúpidas que decidí no recordar ninguna.

—Esta es mi habitación y esta es la tuya—, dijo señalando ambas puertas una continua a la otra.

—¿No hay otra habitación?—, manifesté al darme cuenta que básicamente dormiriamos al lado del otro, si no fuera por la pared que divide nuestra habitación prácticamente compartiriamos habitación.

—Esta fue la que ordené preparar para ti—, respondió el.

—No pienso dormir en esa habitación—, gruñí señalando la puerta de mi supuesta habitación.

—¡Solo tienes dos opciones mocosa, dormirás en esa maldita habitación o dormirás en la mía, me entendiste¡—, me gritó.

Y esto ahora perfecto, apenas nos casamos hace unas horas y ya teníamos nuestra primera pelea como esposos y todo por una habitación.

—Debe haber otra habitación—, dije entre dientes.

—¿Quieres dormir en la habitación del servicio?—, preguntó Bastian.

—Eres completo idiota sabes, ¡te comporta como tal!—, vocifere sin importar que sus empleados me escucharán.

—Y tu eres enana diabólica. Ahora no me hagas perder el tiempo y entra a tu habitación—, ordenó Bastian.

—¡Tu a mi no me das órdenes!—, grité frustrada.

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—Sabes que maldita mocosa, has lo que te venga en gana—, expresó Bastian saliendo a la sala, camine apresuradamente detrás de él para alcanzarlo en la puerta principal.

—¿Qué haces?—, interrogue cuando era claro que se marchaba.

—Ire a cogerme alguna puta, no me esperes, celebraré nuestro matrimonio—, escupió cerrando la puerta en mi cara.

Entre a mi nueva habitación luego de que Bastian se marchará, no encontré mis maletas por ninguna parte, le pedí a James que nadie tocará mis cosas hasta que yo llegará al departamento de Bastian, pero al parecer el personal de Bastian había organizado mis cosas, lo sabía porque sobre la cómoda descansaba algunas fotos mías y de mis hermanos que había empacado.

Fui hasta el clóset con intención de buscar unas de mi pijama, me ducharia y me metería a la cama temprano pero lo que vi me dejó boquiabierta, ninguna de mis ropas se encontraban allí, en cambio un clóset de ropas nuevas estaba en frente de mi, ¿Que diablos había hecho Bastian con mis cosas?

Salí de mi habitación hecha una furia, alguien debía explicarme que había hecho esa bestia con mis cosas.

Fui a la cocina para que se reunieran el personal de limpieza conmigo.

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