7

—¿Sucede algo señora Davis?—, preguntó el ama de llaves tiernamente.

No podía gritarle a ellas, sabía que seguían órdenes de él, no podía simplemente desquitar mi furia con ellas.

—¿Quién ordenó mis cosas?—, indagué tratando de sonar lo más cordial posible.

—Nosotras—, respondió el ama de llaves refiendose a ella y a dos jóvenes más.

—¿Por qué no están mis antiguas cosas en mi habitación?, ¿Donde están mis maletas?—, interrogue.

El ama de llaves miró a las chicas sin comprender lo que decía.

—El señor Davis dio la orden de enviarlas a un centro de acogida—, explicó una de las chicas.

— ¿Donó mis cosas?—, inquiri sin poder creerlo.

—Pero no se preocupe señora Davis, solo fueron las ropas, sus zapatos y demás cosas están en su habitación—, aseguró rápidamente el ama de llaves algo preocupada.

No podía articular palabra alguna, pero no dejaría las cosas así.

—Necesito unas tijeras—, pedí.

—¿Cómo?—, preguntó el ama de llaves.

— Traigame una tijera, ahora—, le ordené para verla dirigirse al cuarto de lavado.

El ama de llaves camino hacia a mi entregándome la tijeras con duda.

—¿Quien se encarga de lavarle la ropas a Bastian?—, interrogue.

—El señor la envía a la tintorería—, explicó una de las chicas.

—¿Quién se la organiza en el clóset?—, interrogue pero ellas se quedaron en silencio.

—¿¡Quién se la organiza!—, grité.

—Yo misma señora—, dijo el ama de llaves.

—De acuerdo, acompañame—, le ordené dirigiéndome a la habitación de ese bastardo.

Abrí la puerta de la habitación de Bastian, era muchísimo más grande que la mía, pero no entre a su habitación a apreciarla.

—¿Donde está su clóset?—, le pregunté al ama de llaves.

La señora se condujo hasta una puerta para hacerme pasar a su walking closet, habían cientos de camisas y de pantalones, todo estaba estrictamente ordenado.

—¿Cuál es su camisa favorita?—, le indagué al ama de llaves.

—Señora—, susurró ella, podía percibir su miedo en su mirada.

—Vaya por las camisas más costosas y favoritas del imbécil de Bastian—, pedí con rabia.

El ama de llaves camino lentamente hacia el área de camisas.

—De paso también elija sus corbatas más costosas, la bestia necesita ser educada—, expresé con ganas.

Entre a mi habitación luego de cortar y destruir más de cincuenta camisas y una cantidad considerable de sus corbatas, no quería meterme con sus pantalones, pero aún no me olvidaba de su estúpido regalo, el charm de enano, así que decidí hacerle algunas modificaciones a sus pantalones, pronto haría algo de calor en Minnesota, Bastian necesitaría refrescar sus piernas.

Le pedí al personal que hoy saliera más temprano, si Bastian regresaba temprano no quería que ellas estuvieran presentes para presenciar lo que iba a suceder, pero la cocinera insistió en prepararme algo de cenar y dejármelo en el refrigerador por si me daba hambre.

Pero era imposible que algo me pasará por la garganta luego de hacer lo que hice, si Bastian quería jugar este juego yo también lo haría.

Empecé a ver las ropas en mi clóset, no tenía mal gusto si las eligió él, pero la gran mayoría eran traje de oficina, vestidos de fiestas, blusas monocromáticas, vaqueros, trajes de baños, pantalón de vestir, sudaderas, ropas básicas, deportivas, era una gran variedad, pero me sorprendí al revisar las lencerías, ¿Qué rayos pretendía Bastian? Habían cientos de lencerías de diferentes tipos y formas, algunas que nunca me he atrevido a utilizar y otras que eran de mis favoritas. No comprendía porque desecho mis ropas sin todas las que están aquí lucen exactamente como mi antiguo guardarropas, ¿Quién habrá elegido estás cosas?

Ciertamente hoy no sabría quien eligió estás cosas, pero quizás mañana Bastian me lo diría. Me metí a la cama para dormir, hoy había tenido un día bastante pesado, y se que mañana no sería menos diferente cuando Bastian Davis entre a su walking closet, quizás me mate, pero moriré con la satisfacción de ver su cara arder de rabia. Era increíble saber que nuestro primer día de casado fuera así, pero sí todos los días siguientes serían de la misma manera no se hasta cuando lo soportaremos.

Estaba claro que debíamos establecer límites de convivencia, pero lo único que había hecho la bestia era prohibirme cosas desde que llegué a su departamento.

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No podía creer lo que había hecho, ¿Acaso Kiara había perdido la razón?, Sabía que lo había hecho por lo de sus ropas, pero le había comprado un guardarropas completo que me costó más de cien mil dólares para ella.

Salí de mi habitación disparado, luego de ponerme un pantalón básico.

—¿Sucede algo?—, me preguntó la chica que se encontraba lista para irse.

—Necesito que te marches ahora—, ordené tomándola por el brazo.

La lleve a la sala para ir a la cocina y marcar a la recepción del edificio y pedir un taxi para ella, le entregué algo de dinero para que se pagará el taxi y comprará algo para ella, la traje hasta aquí para nada.

Luego de cerrar la puerta y sacar a la puta, me dirigí a la habitación de la mocosa, tome el picaporte girándolo pero ella le había colocado seguro.

Toque varias veces la puerta sin recibir respuesta.

—¡Kiara abre la puerta!—, grité, sentía como a cada segundo la rabia empezaba a crecer dentro de mi.

—¡Abre la maldita puerta mocosa!—, rugí tocando más fuerte, pero ella no hizo nada.

Me dirigí a la cocina otra vez, en algún lugar el ama de llaves debía tener la llave de esa habitación, busque por todo el lugar pero no encontré nada, debía de calmarme.

Me fui a mí habitación, sabía que hoy ella no habría esa puerta, pero mañana tendría que salir y nada la salvaría de su castigo, ni mucho menos de mi furia.Estaba durmiendo cuando unos ruidos provenientes del pasillo me despertaron, no comprendía si había sido un sueño o era algo real, cerré mis ojos nuevamente pero una risas me hizo reincorporarme sobre mi cama de golpe, esto no era solo producto de mis sueños, camine lentamente por mi habitación hasta llegar a la puerta.

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